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jueves, 1 de agosto de 2013

La Nave del Poblenou



Muy cerca de uno de los más grandes complejos turísticos de Barcelona vivían y trabajaban cientos de imnigrantes en unas condiciones que fueron descritas por el enviado de Naciones Unidas Mutuma Ruteere, relator especial de la ONU sobre racismo, como abominables.

A día de hoy han sido desalojados y muchos de ellos están aun peor, despojados de lo poco que tenían y empujados al vacio por una burocracia tan ridícula como despiadada.


“Me pregunto si realmente existen los derechos humanos” dice uno de los desalojados de La Nave de Poblenou o, como algunos lo llaman, Cal África. Cal África era una ciudad dentro de la ciudad, un asentamiento en Barcelona compuesto por múltiples nacionalidades, en su mayoría africanas. En estas desvencijadas naves industriales vivían más de trescientas personas; un refugio para unos y también un lugar de trabajo para la mayoría. Los habitantes de La Nave se dedican mayoritariamente a la chatarra, caminan con sus carros por las calles de Barcelona en busca de metal, que después llevaban a La Nave para su separación y posterior procesado en otros centros. Ahora muchos de ellos no han perdido solo sus casas, sino también sus trabajos.


Una de las calles del recinto donde viven los inmigrantes.
Al llegar, veo una tapia con un mural y “pintadas” reivindicativas, un hombre está sentado en la puerta, le saludo y entro en la calle amurallada que da paso a las naves. Pregunto por Julieta a unos chicos que están sentados a la puerta de una de las naves. Ellos me llevan a ver a Ibrahim  Saydi, quien, finalmente, tras atravesar las dos calles que conforman este antiguo complejo industrial, me pide que espere: “Yo tengo que hacer muchas cosas”, me dice Ibrahim. Tras un cuarto de hora de espera llega Julieta. Mejicana de nacimiento o, como ella misma dice, “maya”, Julieta me comenta que aunque ya no vive aquí, lo hizo por largo tiempo. Ella se está encargando junto con Keraba e Ibrahim de organizar el Festival de Arte y Música que pretende llamar la atención sobre este gran problema, el inminente desalojo de La Nave. Según sus habitantes, el desalojo tendrá lugar esta semana tras conocerse la sentencia en firme que se ha hecho pública hace unos días y que implica la entrega de las llaves al propietario de la finca antes de solucionar el problema de alojamiento de las más de 300 personas que allí viven.



Keraba grita el nombre de uno de los afectados por el deslojo durante la elaboración del censo interno.
Julieta me da una acreditación para poder hacer fotos dentro del recinto, pero me advierte: “puedes hacer fotos de las estructuras, a la gente le has de pedir permiso antes de fotografiarla”. El Festival, al que está previsto que venga Manu Chao debería empezar sobre las 8 de la tarde. Son las 2 y aún quedan muchos problemas por resolver: no cuentan con amplificadores, ni tienen escenario, el generador que tienen está fallando y parece que va a ser muy difícil conseguir todo lo necesario para poder hacer las sesiones de música que estaban programadas. Julieta decide llamar a los grupos para explicarles cual es la situación.


Llega la tarde, Keraba continua citando a los inmigrantes que viven en las naves país por país.

Uno de los subsaharianos mira por el balcón de su casa, mientras, en la calle, van desmantelando el recinto.

Salgo del espacio donde estábamos reunidos y me dispongo a acercarme a la entrada principal. Ahí es donde se está reelaborando el censo de los que viven allí. Hicieron uno anterior, pero la mayoría de los que vivían en Cal África no se apuntaron por miedo. Desde instancias oficiales se ha dicho que buscarán alojamiento y tratarán de regularizar a todos los que viviendo en las naves de la calle Puigcerda 129, cumplan con ciertos requisitos. Algunos son escépticos, otros lo ven como la única posible tabla de salvación. Según parece, ahora están apuntados la mayoría, sin embargo también hay gente que trata de apuntarse sin vivir allí, lo que acaba derivando en un conflicto difícil de solucionar.

Keraba, habla en todas las lenguas africanas de los vecinos de las naves, también habla inglés, francés, español y catalán, así pues, es el encargado de hacer el censo interno y junto con Ibrahim ha sido, desde ya hace tiempo, la persona que ha tratado de dirigirse a los medios de comunicación para reivindicar un cambio de rumbo en las políticas sociales y de inmigración. Ahora está subido en el balcón de una de las naves y a plena voz se dirige a los que están en la calle, citando país por país y nombre por nombre a quienes se han apuntado en la lista y comprobando, a su vez, si realmente viven allí los que nombra.

Dos horas más tarde vuelvo con Julieta. Su sonrisa es amplia, ha conseguido amplificadores y todo lo necesario para el festival excepto un escenario. La solución, es usar la entrada del bar que está sobre-elevada y una gran mesa que por suerte tiene la misma altura. Hay una vieja barbacoa en la que uno de los chicos vende pinchos morunos a un euro, un puesto donde un hombre pinta imágenes de África con vivos colores: la sabana, elefantes, jirafas... 


En unos pocos minutos ha comenzado la música, un DJ de la nave abre la sesión, mientras comienza la fiesta y en ese momento me encuentro a una amiga, también fotógrafa, que viene, igual que yo, a ser testigo de lo que ocurre. 


Un chico nos invita a subir a su casa desde la ventana de una de las naves. Accedemos y entramos por una pequeña puerta que desemboca en unas destartaladas y oscuras escaleras que nos llevan hasta el piso superior. Empieza a oscurecer y, en el interior de aquella nave, apenas se pueden distinguir los rostros de los que allí están,  pues solo cuentan con la luz de los teléfonos móviles. Nos acercan unas sillas y nos piden que no hagamos ninguna foto, “solo hablemos” dice una de las voces en la oscuridad. 

Son un grupo de 6, nos explican que todos son cristianos, a excepción de uno que es musulmán. Todos ellos hablan lenguas africanas y, algunos, francés o inglés. Se disponen a cenar y nos piden que les acompañemos. Lavamos nuestras manos con agua y jabón en un viejo recipiente de mayonesa industrial y cenamos juntos una masa blanda de harina y acompañada de salsa picante. “Utiliza solo la mano derecha”, me insisten varias veces. Hablan sobre cómo ven la vida aquí, cuentan que les gustaría que hubiese más integración, “ayuda para gente de países expoliados por el hombre blanco” dice uno de ellos, que continúa explicando el desengaño que sufrió al llegar a Europa, “It’s life!” dice, resignándose por un momento.

La cocina de una de las casas muestra sin tapujos el grado de pobreza que sufren los que viven en "La Nave".


Cubierta ruinosa de una de las naves que da paso al recinto.


Cuando atardece la oscuridad hace presa de las precarias casas en las que no hay luz ni agua corriente.

Durante el día, unos se afanan en recoger todo el metal que puedan antes del desalojo, otros están recogiendo sus cosas para irse antes de que vengan a echarles. Mamadou, de Senegal, me habla de su país: “Muchos éramos pescadores, mi casa estaba al lado del mar, había muy buen pescado y turismo, pero ya no hay nada”. 

Senegal es un país de 12 millones de habitantes en el que una de cada cinco personas sufre desnutrición. El estancamiento en la producción agrícola, la falta de modernización e infraestructuras en áreas rurales y de apoyo a pequeños productores, hacen inevitable un éxodo hacia, en la mayoría de los casos, Europa.

Las condiciones en las que viven en “Cal África” son míseras, sin agua corriente ni luz, con unas infraestructuras pésimas en las que los riesgos de salud se multiplican. Keraba e Ibrahim han explicado públicamente en diversas ocasiones cuáles son los principales problemas de los que viven en las naves.

Los Mossos d'Esquadra cierran el paso al antiguo complejo tras el desalojo.


Precinto de los Mossos d'Esquadra.


Operarios desmantelando el tejado de una de las naves después del desalojo.
Los afectados dicen que necesitan que se les tenga en cuenta como personas. Desde diferentes plataformas tratan de dar apoyo, todos buscan que se adopte una solución justa en esta situación, que no se les desaloje sin garantizarles una vivienda digna; que no se recurra a la violencia policial y que se garantice la integridad física y moral de las personas que puedan encontrarse en las naves el día del desalojo. Los habitantes de Cal África buscan la regularización de su trabajo creando una cooperativa, que cuente con el apoyo del Ayuntamiento, la Generalitat de Catalunya y de las administraciones competentes.

El miércoles 24 de Julio,  los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona desalojaron a los inmigrantes que aún quedaban en las naves de Poblenou. El desalojo se desarrolló de modo pacífico, y según el Ayuntamiento de Barcelona, el centro de Emergencias Sociales atendió a 98 inmigrantes de los cuales 83 aceptaron el alojamiento temporal de los Servicios Sociales. El comisionado de Inmigración y Acción Comunitaria del ayuntamiento, ha explicado que el consistorio “atenderá y alojará a todas las personas vulnerables del asentamiento”, por lo que ninguna de ellas “dormirá al raso” y tendrán el alojamiento garantizado “hasta que finalicen su itinerario social”. Sin embargo, ahora mismo un gran número de personas está durmiendo en calles y plazas del barrio, otros en las playas y un número indeterminado de estas personas, se ha encerrado en la  Iglesia de Sant Bernart Calbó para protestar por la no concreción de las ayudas y la “rápida caducidad” de las que se conocen. El fin es presionar para que Trias, el alcalde que prometió que no dejaría dormir a nadie en la calle, cumpla su promesa. 

El rector, Francesc Romeo, ha autorizado a entrar y reunirse en la iglesia a los desalojados por mediación de los portavoces de  la Asociación Solidaria Contra los Desalojos y de la Asamblea del Poblenou, Manel Andreu y Enrique Mosquera, quienes se han comprometido a que el encierro sea de carácter temporal y se mantenga el claustro en buenas condiciones. 













Maria Assumpció Vilà, Síndica de Barcelona, ha resaltado la diferencia entre el gran despliegue policial para desalojar las naves del Poblenou, unos 400 efectivos, frente al de los servicios sociales, entre diez y doce personas.

Hablo con Max, de Ghana, que vivía y trabajaba en las naves de la calle Puigcerda 129 y que ahora está refugiado en la iglesia. “Vivíamos en las naves, ya hace años, éramos como 360 personas de muchas nacionalidades; senegaleses, ghaneses, etíopes, marroquíes, franceses, españoles… Sí, también había españoles. Nos han dicho que tienen un sitio para nosotros pero no es cierto, muchos estamos en la calle, otros repartidos por albergues con hora de salida y entrada, ¡cómo en la cárcel! En esos albergues hay un montón de yonkies y alcohólicos, nosotros somos trabajadores, ¿Por qué nos mezclan con esa gente?, ¿Acaso quieren que nosotros nos volvamos también yonkies?” 

Habla sobre lo que fue la nave y su tono se vuelve solemne, “Todos trabajábamos y vivíamos sin luz y sin agua, la cortaron hace meses, pero teníamos la chatarra, ahora no hay nada; no hay comida, no hay colchones ni nada donde dormir, solo el suelo o los bancos de madera de la iglesia, creo que en prisión estaría mejor que aquí. En mi país somos pobres, pero nadie te dejaría durmiendo en el suelo”. 

Los días en la iglesia se hacen eternos, no tienen donde cocinar, y según ellos mismos me cuentan, su alimento base son bocadillos fríos que les dan en la iglesia y la inestimable ayuda de algunos vecinos, que bajan de sus casas con tuppers llenos de pasta o arroz, con coca-colas, aguas y cervezas para que se refresquen en estos duros días de sol.

La parroquia de Sant Bernat Calbó sirve de punto de encuentro. Dentro de la iglesia un gran ventilador se ve incapaz de luchar contra el calor que inunda la estancia. Allí se debate durante horas, buscando soluciones y dando la palabra a todo el que quiera aportar o preguntar algo. Keraba, Ibrahim, y las asociaciones que se han implicado se reúnen con Miquel Estevez i Brignadelli, Comisionado de Inmigración del Ayuntamiento de Barcelona y después, vuelven a la Iglesia para comunicar los resultados del encuentro. Desde el altar se dirigen a los que se encuentran en la parroquia “hay buenas y malas noticias”, dicen.

De las cerca de 360 personas desalojadas el Ayuntamiento solo preveía alojar a unas187, de las cuales 50 aún siguen en la calle. Desde el propio Consistorio han requerido los nombres de los que faltan en su particular lista para buscarles un alojamiento temporal, haciendo hincapié en que éste sería de duración limitada al mes de agosto. Por otra parte, se les  dice a todos, que el punto tenso de la reunión con el Comisionado fue cuando se habló de los papeles, y que no se ha llegado a ningún acuerdo: “El tema de los papeles no toca ahora, pero no lo dejaremos” sentencian. (Aun me pregunto cuales eran las buenas noticias)

El sábado 27 de Julio los que quedaban en la iglesia deciden dejarla por votación, ya que se les impone el día 31 como fecha límite para estar allí, y no es una solución a largo plazo. 

“El desalojo ha sido el 24.07.2013, –tiene escrito en su libreta un chico de Senegal– a las 7 desalojaron a mis compañeros de la nave del Besós. Yo llegué a la 8 y 20 minutos, toda la Nave estaba llena de policías. He oído a gente del barrio hablando de los emigrantes, decían que “venimos a meter mierda en España”. –“Nosotros no hemos venido para vengarnos de nadie, hemos venido para trabajar”– (me dice mientras leo estas líneas). “España olvida que fueron ellos, españoles y portugueses los que fueron antes a África con sus barcos. Ahora venimos nosotros con cayucos. Al ver a la gente saliendo de La Nave me acordé de la guerra de Ruanda y las de otros países que han estado en conflicto. Nos hicieron andar a pleno sol desde la ocupa del Besós hasta la Rambla de Poble Nou con nuestros carros. Estando en España, viviendo en Europa, es una vergüenza para este país. Muchas mentiras y falsas promesas. ¿No os da vergüenza? Después de todo lo que está pasando con la inmigración en España, no se sabe si es ignorancia o si es el capitalismo.”

El 31 de Julio, aun hay gente durmiendo en la calle. Desde los Servicios Sociales hace varios días que se puso en marcha un dispositivo de emergencias que asesora y ayuda a tramitar documentos para solicitar un alojamiento y en los casos que se adapten a la ley, la regularización mediante los trámites especiales que se han habilitado para el caso de Cal África.



El sábado 3 de Agosto Ibrahim da una rueda de prensa en La Casa del Inmigrante de Barcelona, lo que dice a los escasos medios que han acudido no sorprende, expresa clara y rotundamente la desafección del Ayuntamiento por las personas que conformaban el asentamiento de Poblenou y dice literalmente en referencia al Consistorio barcelonés: “No han hecho nada”. Ibrahim agradece  la ayuda vecinal y de las diversas plataformas que se han puesto en contacto con ellos y les han prestado su apoyo, plataformas que incluso les han dado techo y comida en algunos casos. Le pregunto cuantas personas de La Nave están sin alojamiento en este momento y me contesta que son más de 100 los que, viviendo anteriormente en el asentamiento, aun están durmiendo por ahí.





Los días van pasando y algunos se han ido a otros sitios, o como diríamos vulgarmente, se han buscado la vida; otros están perdidos en un mar burocrático de olas tan grandes que no les dejan ver ningún horizonte y, de nuevo, se ven tratando de llegar a alguna orilla. Cada uno de ellos deberá rehacer su vida, deberá comenzar de nuevo y nosotros que estamos aquí, tan cerca, ni siquiera lo vemos.


sábado, 15 de junio de 2013

Los amigos de Richie

Richie Hawtin sorprende con una sesión en el parque de la Ciudadela de Barcelona.

En años anteriores ha pinchado Mercado de la Boquería de Barcelona. Este año ha habido un cambio de escenario, miles de fans estuvieron muy atentos a todo lo que Mr. Hawting escribía en Twitter.

El famoso Dj llevó a cabo su segundo evento dotUP (eventos al aire libre en colaboración con la Red Bull Music Academy). El comienzo, que estaba programado para las 4 de la tarde, se retrasó cerca de media hora cuando ya se agolpaban cientos de jovenes, –en unas horas miles– bajo un sol casi infernal.

Fotografías de Mario Pérez







sábado, 8 de junio de 2013

Documentos

Alex Cooper, Fernando Pardo y Joaquín Felipe Espada se dieron cita en el mítico bar del Raval "La Casa de la Pradera" para presentar, de la mano de "Ediciones Chelsea", tres libros en los que nos desvelan su personal experiencia de juventud. Según ellos mismos nos dijeron, cada libro da tres visiones de una época que se entremezclan formando un puzzle en el que todas las informaciones se complementan

El primero de estos libros "Los chicos eléctricos" es obra de Fernando Pardo, componente de Sex Museum y Los Coronas, en el relata de un modo un tanto ácido su experiencia vital en Malasaña, habla de sus bandas preferidas, discos, guitarras, etc. Joaquín Felipe Espada, excomponente de Los Fresones Rebeldes y ahora integrante de Cola Jet Set presenta el segundo volumen que lleva por título "¿Eso dije? ¡Dios mio!" en el que comparte recuerdos, canciones, y su personal modo de entender los años 90. Alex Cooper firma el tercer libro, "Reflejos en el retrovisor". Una personal visión de la Era Pop, la vida en la carretera, recuerdos personales y música, mucha música.


Fotografías de Mario Pérez